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La
lengua se hace patente en cada acto de comunicación de los hablantes.
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Partiendo
del análisis de todos los posibles actos de habla en una lengua dada, se llega
a establecer su sistema y las reglas con que se maneja.
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Todo
acto del habla se manifiesta en una secuencia de sonidos que profiere el
hablante.
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Desde
la infancia nos acostumbramos a asociar determinados segmentos de esas
secuencias con ciertos significados.
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Dentro
de estas secuencias proferidas, se encuentran signos, los cuales son unidades
portadoras de una significación.
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En
el acto de habla coexisten una secuencia de signos y otra de sonidos. Ambos componentes están combinados y
ordenados conforme a reglas propias de cada lengua.
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El
estudio de los signos y de sus combinaciones es el dominio que se asigna a la GRAMÁTICA.
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Se
puede incluir en esta la fonología, que estudia los elementos manifestados como
sonidos y sus combinaciones posibles, con independencia del sentido que
transmiten.
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Para
conservar las manifestaciones orales se utiliza la escritura.
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Nuestra
escritura alfabética nació para reproducir gráficamente uno a uno los sonidos
sucesivos del acto de habla.
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Los
símbolos empleados para ello son las LETRAS.
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En
teoría cada letra debería corresponderse con un solo sonido. Pero los cambios experimentados por las
lenguas a través del tiempo son causa de que la escritura alfabética ofrezca
inadecuaciones, de manera que una misma letra puede referirse a más de un
sonido, o, a la inversa.
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Un
solo sonido puede estar representado por diferentes letras e, incluso, conjuntamente
por varias letras.
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Las
reglas oportunas para representar con letras los sonidos de una lengua
constituyen su ortografía.
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Los
hábitos ortográficos son responsables de que en el análisis gramatical se opere
con una unidad que llamamos PALABRA.
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Los
sonidos con que se realiza el acto de habla están producidos por el llamado
APARATO FONADOR del hombre, y son percibidos por su APARATO AUDITIVO.
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Del
uno al otro se transmiten habitualmente por un medio físico, que es el aire.
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Las
partes esenciales del aparato fonador son: la glotis (o cuerdas vocales
situadas en la laringe), el velo del paladar, la lengua y lo labios.
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Sus
movimientos, junto con la mayor o menor separación entre los maxilares superior
e inferior, y sus aproximaciones o contactos con los otros órganos no móviles
(paladar, dientes) dan lugar a infinitas variedades de sonidos.
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Cada
lengua ha seleccionado unos pocos sonidos que le son suficientes para sus
necesidades comunicativas.
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Los
sonidos propios de una lengua se caracterizan por ciertos rasgos articulatorios
que permiten la distinción entre ellos.
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Los
hablantes tenemos modelos mentales de sonidos que reconocemos como tales aunque
el sonido concreto que percibimos tenga rasgos accesorios diferentes.
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Los
FONEMAS son, pues, los modelos mentales del sonido que caracterizan a cada
lengua, aunque en el habla concreta aparezcan realizados como sonidos diversos.
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Son
los fonemas y no los sonidos las unidades mínimas que se combinan para
conformar la EXPRESIÓN o SIGNIFICANTE de las palabras y conseguir así la
evocación de significados distintos.
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Por
ello, se consideran los fonemas como unidades distintivas, o sea, elementos que
distinguen los significados.
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Cuando
en una lengua dos sonidos no sirven para discriminar significados, se debe a
que no se corresponden con fonemas diferentes.
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En
cambio, si comparamos los sonidos iniciales de pala y bala, aunque en ambos entran en contacto los labios, se
distinguen entre si porque la diferente disposición de las cuerdas vocales se
corresponde con significados también diferentes.
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