jueves, 9 de febrero de 2012

DEMOCRACIA, DEMOCRACIA. - ESTUDIOS SOCIALES Y SU APRENDIZAJE


 POR FAVOR ANALIZAR EL SIGUIENTE DOCUMENTO

Democracia, democracia...
Cornelius Castoriadis
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Una sociedad autónoma quiere decir una sociedad en la que la reflexión colectiva ha alcanzado su máximum. La democracia es el régimen donde se reflexiona y decide colectivamente sobre lo que se va a hacer. La libertad, en una sociedad donde hay leyes, debe tener la posibilidad efectiva de participar en las discusiones, en las deliberaciones y en la formación de las leyes. El papel de la política en una democracia es el de garantizar y promover la mayor actividad posible de los individuos y los grupos tanto en el marco privado como en el público.
Casi todas las sociedades humanas  son no-autónomas porque aunque ellas son creadoras de sus instituciones, sin embargo  incorporan a las mismas la idea incontestable para los miembros de la sociedad de que tales instituciones  no han sido creadas por los hombres sino por alguna cosa superior que no puede  cuestionarse.
La autonomía es la consciencia explícita de que nosotros creamos nuestras leyes y que, por tanto, podemos igualmente cambiarlas.
La Declaración de los Derechos del Hombre dice en el preámbulo: “Toda persona tiene el derecho a tomar parte en la dirección de los asuntos públicos de su país, bien directamente, bien por intermedio de representantes libremente elegidos”.
Pero ese “ya sea directamente” ha desaparecido y nos hemos quedado  con sólo los “representantes”.
Desde el punto de vista de la organización política, una sociedad se articula en tres esferas:
-- La vida privada, la familia.
-- El lugar de encuentro entre lo público y lo privado, donde los individuos se reencuentran, discuten, intercambian, forman asociaciones, empresas...
-- El lugar donde se ejerce el poder político.

No existe sociedad autónoma (democracia) sin individuos autónomos; esto implica que en ella la esfera política garantiza y promueve la más amplia actividad posible de los individuos (esfera privada), de los grupos (esfera pública) y también permite participar a todo el mundo en el poder político.
Pero el poder público es, de hecho, un asunto privado de los diversos grupos y clanes que se reparten el poder entre sí. Las decisiones esenciales siempre son tomadas en complicidad. Lo poco que se transmite a la escena pública está maquillado y manipulado. En nuestra democracia, la representación ha sustituido a la deliberación. Hay una división muy clara entre los gobernantes y los gobernados, entre los dominadores y los dominados.
El pueblo se refugia en lo privado. Abandona el dominio público a las oligarquías burocráticas, empresariales y financieras. Una nueva clase de individuos surge, caracterizado por la avidez, la frustración y el conformismo generalizados. El capitalismo parece haber llegado, por fin, a fabricar el tipo de individuo que le conviene: perpetuamente distraído, sin memoria, sin proyecto, dócil para responder a todas las incitaciones de una máquina económica que destruye la biosfera para producir ilusiones denominadas mercancías.

Somos cómplices en esta evolución de nuestro mundo. ¿Lo seremos siempre? Una cosa es cierta: no es, dejándose arrastrar tras los que se lleva o lo que se dice, ni ocultando lo que pensamos o lo que queremos, como podremos acrecentar las oportunidades de la libertad. Cuando luchamos nosotros personalmente  en lugar de pedir a nuestro gobierno que haga algo por nosotros, cuando nos organizamos aunque sólo sea para discutir lo que es preciso hacer, estamos ya en el movimiento hacia la autonomía individual y colectiva, es decir, hacia la democracia. Esto, ni más ni menos, debería y tendría que ser una necesidad para nosotros.

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